Nacimos como seres sociales, característica que aún mantenemos y que en algún momento nos permitió transmitir nuestras interpretaciones a pequeños grupos llamados tribus, y sobrevivir a los peligros del ambiente hostil de la sabana africana. A diferencia de otros animales, nuestra especie desarrolló la capacidad de imaginar futuros cada vez más lejanos y recordar las experiencias del pasado para aprender de ellas. Y entonces, tuvimos la necesidad de comunicarlo. Primero a través de señales y ruidos, pero luego por medio de jeroglíficos, y códigos cada vez más sofisticados. Poco a poco desarrollamos nuestra capacidad del lenguaje y con esto asegurarnos la transmisión de ideas por medio de patrones repetitivos. Y entonces, pasamos de tribus a civilizaciones. Grupos de miles de miles de personas movidas por las historias que le daban sentido a la existencia y nos inspiraban a más.
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