Nacimos como seres sociales, característica que aún mantenemos y que en algún momento nos permitió transmitir nuestras interpretaciones a pequeños grupos llamados tribus, y sobrevivir a los peligros del ambiente hostil de la sabana africana. A diferencia de otros animales, nuestra especie desarrolló la capacidad de imaginar futuros cada vez más lejanos y recordar las experiencias del pasado para aprender de ellas. Y entonces, tuvimos la necesidad de comunicarlo. Primero a través de señales y ruidos, pero luego por medio de jeroglíficos, y códigos cada vez más sofisticados. Poco a poco desarrollamos nuestra capacidad del lenguaje y con esto asegurarnos la transmisión de ideas por medio de patrones repetitivos. Y entonces, pasamos de tribus a civilizaciones. Grupos de miles de miles de personas movidas por las historias que le daban sentido a la existencia y nos inspiraban a más.
Decía Séneca, que a diferencia de los animales salvajes que atienden el peligro y luego continúan en su presente, los seres humanos somos capaces de anticipar el peligro y traer de vuelta el sufrimiento pasado. Un arma de doble filo.
El lenguaje es, solo nuestro mejor intento para comprender la realidad y construir nuestra realidad.
El 100% de las personas con las que nos comunicamos no utilizan el diccionario para darnos su mensaje. Ni para comprender el nuestro.
Si a través del lenguaje construimos nuestra realidad, entonces, también es importante reconocer el impacto que este proceso mental tiene en nuestro cuerpo físico.
¿Cómo es posible que una palabra pueda tener tanto impacto en las decisiones de un ser humano? amor, odio, verdad, mentira, empatía, esfuerzo, inclusión, sexualidad, dinero, salud, tiempo...
Y es que así estamos diseñados, nuestros caminos neuronales encargados de regular nuestro sistema nervioso son los mismos que están involucrados en nuestro procesamiento de palabras.
El poder del lenguaje, no es solo una metáfora, es nuestra realidad. Así estamos diseñados.
Con las palabras nos regulamos. Pero entonces, son más que palabras. Estamos hablando de significados. Porque aunque no compartamos el diccionario con otros en cada conversación. Somos seres acostumbrados a aprender por repetición y con nuestro idioma y cultura tener patrones de lenguaje que nos permiten crear un realidad compartida con quienes interactuamos.
Es impresionante que demos por un hecho que nos comunicamos. Con una herramienta tan poderosa como las palabras, pero al mismo tiempo tan falible por su ambigüedad. Entonces, no es de extrañarse que provoquemos malos entendidos.
Recuerdo que estaba desprovisto de herramientas de comunicación. Tenía frustración constante por no saber cómo expresar mis opiniones, mis emociones y necesidades. Durante mis primeros 27 años, ni siquiera tenía consciencia sobre esos conceptos.
Entonces, el dolor de no avanzar, de no tener buenas interacciones sociales y menos, relaciones saludables, era abrumador.
Yo tenía la necesidad de conectar, construir acuerdos, y solucionar malos entendidos. En lo personal y lo profesional, pero no tenía idea de cómo solucionarlo. Hasta que conocí una gran herramienta que me dió claridad y me devolvió mi poder.
1975 Richard Bandler y John Grinder escribieron el libro The Structure of Magic, Volume I: A Book about Language and Therapy, en el que presentaron el Meta Modelo del Lenguaje. Siendo este uno de los trabajos más influyentes de la Programación Neurolingüística. Basándose en el trabajo del lingüista Noam Chomsky sobre la gramática transformacional, en el que nos regala un marco teórico sobre la comunicación a nivel profundo y superficial, es decir, lo que queremos decir y lo que finalmente decimos.
El Meta Modelo es una estructura que nos revela patrones del lenguaje como herramienta para hacer preguntas que revelen la estructura profunda detrás de las declaraciones superficiales, lo que permite a las personas clarificar, expandir y comprender mejor sus propias.
Cuando hablamos dejamos información por fuera. Nuestro cerebro es capaz de procesar información mucho más rápido que nuestra capacidad para hablar. En promedio una persona puede decir 150-160 palabras por minuto. Nuestro tren de pensamientos puede ir 10 veces más rápido. Además, podemos almacenar mucho más información de lo que creemos. Y esta es la razón por la que optimizamos nuestros mensajes con economía de palabras.
Algunas veces dejamos información por fuera de forma estratégica, otras veces por pereza, pero sobre todo por ignorancia. Eliminar nos vuelve eficientes, pero también deja vacíos de contexto que pueden ser fundamentales para la interacción exitosa con otros humanos.
Somos seres lingüísticos y semánticos, entendemos el mundo y creamos nuestra realidad a través de las palabras y los significados. Gracias a nuestra habilidad para imaginar podemos crear ficciones, contar historias inspiradoras sobre un mundo extraordinario o un futuro mejor. Cuando recordamos, podemos contar anécdotas que nos conectan y que nos dejan lecciones. De esta manera distorsionamos la realidad.
A través del uso ambiguo del lenguaje, podemos avanzar pero cuando lo hacemos sin mayor cuidado, podemos provocar diferencias entre las partes involucradas.
Al utilizar conceptos como: amor, esfuerzo, empatía, sentido común, comunicación, mentalidad, carisma... Es más probable que estemos hablando de sonidos que nos parecen familiares que de significados que hemos puesto en común.
Cuando suponemos o asumimos lo que los demás piensan, intentan o sienten. Estamos distorsionando la realidad. Pues no tenemos el poder de leer mentes.
Aprendemos a través de repetición, rápidamente leemos patrones que nos generan una sensación de control, y guardamos información que nos permita predecir nuestro mundo para funcionar relativamente bien.
De pequeños abrimos una puerta girando la perilla a la derecha; abrimos la segunda puerta, girando la perilla a la derecha; y la tercera puerta, girando la perilla a la derecha. Entonces, nace el aprendizaje de: "todas las puertas abren girando la perilla a la derecha." Una generalización, pues luego nos topamos con aquellas que abren por proximidad, huella digital, retina, proximidad y hasta algunas, girando la perilla a la izquierda...
Las generalizaciones se manifiestan todos los días en forma de entendimientos fijos sobre la vida, como creencias: Yo creo que... y lo que sea que venga, es una generalización. Pero también en las palabras clave como: todo, nada, siempre o nunca.
Haberme encontrado esta pequeña guía sobre el uso del lenguaje, fue un regalo para mi vida. Comprender que en nuestro mejor intento estamos dejando información por fuera, estamos distorsionando la realidad a nuestra manera, y generalizando nuestras opiniones, me dejó con la responsabilidad para comunicar de forma precisa al enviar un mensaje y así mismo al escuchar lo que las otras personas tienen que decir.
Yo creo que si nos hacemos responsables de la comunicación evitaremos los malos entendidos y promoveremos acuerdos. Como seres sociales, lo que sea que queramos lograr en la vida requiere de la interacción con otros seres humanos. Si el lenguaje es parte de nuestra ventaja, ¿por qué no hacernos cargo de crear y compartir mejores significados?
Debemos ser RESPONSABLES de la COMUNICACIÓN. La clave es COMUNICARNOS de forma ASERTIVA.
Desde mi punto de vista una buena calidad de comunicación comienza por hacernos cargo de lo que nos corresponde, nuestro mundo interno. De esta manera, mejorar nuestra habilidad para comunicarnos comienza por el autoconocimiento y luego compartir nuestra versión de la realidad de la mejor manera posible. Recordando que, en la interacción social siempre vamos a tener la oportunidad de seguir construyendo realidades compartidas.
Como dijo Lisa Feldman Barrett, "inventá algo, ponéle un nombre y habrás creado un concepto. Compartí este concepto y mientras alguien esté de acuedo. Habrás creado una realidad social".
Jorge
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