Siempre nos estamos contando historias. Historias sobre nuestra identidad, ¿quién soy? ¿Qué me gusta? ¿Qué deseo? ¿Qué necesito? ¿Qué valoro? ¿Qué espero?; historias sobre el mundo, ¿Cómo funcionan las cosas? ¿Cuáles son las reglas implícitas? ¿Qué se espera de mí? ¿Cuáles son mis derechos y deberes? ¿Cómo se llama el juego?; historias sobre el tiempo, ¿Cuánto tiempo tengo disponible? ¿Qué es el pasado? ¿Qué deparará el futuro? ¿Cuál es el límite?; historias con respecto a los otros, ¿Quiénes son ellos? ¿Qué hacen? ¿Qué piensan? ¿Qué sienten? ¿Qué expectativas tienen sobre mí?, etc.
Somos una especie que ha utilizado el arte de contar historias como una herramienta para construir la civilización que hoy conocemos, así como para construir la experiencia emocional individual momento a momento.
Una historia es eso que le pasa a alguien— el protagonista, cuando decide ir por un objetivo que resulta ser un reto. Mientras se dirige a su objetivo ocurre la aventura, el drama, los momentos de realización, los aprendizajes, sus reflexiones, las emociones y los detalles que hacen que la historia cobre vida.
Contar historias es un recurso fundamental para comunicar tanto en contextos personales como profesionales. Es algo natural, ya lo hacés y sin embargo no siempre lo hacés de la manera más empoderadora o inspiradora, más clara y entretenida. Primeramente, las historias que te contás impactan directamente tu estado emocional y tu capacidad para mantenerte determinado en dirección a tus metas. Y por otro lado, las historias que contás a las personas con quienes interactuás influyen en la posibilidad de lograr cosas más grandes de las que podés lograr solo. Cuando contás historias entretenés, invitás a reflexionar, sentir, imaginar, recordar e inspirarse.
Cuando aprendés a contar historias tu capacidad de conectar con los otros aumenta y la forma en que te perciben como humano, comunicadora y como líder, también. Cuando contás buenas historias sos capaz de inspirar a los demás en dirección a una visión de algo más grande. Por otro lado y no menos importante, inevitablemente te volvés una persona más interesante con quien conversar e interactuar. Si lográs desarrollar en vos esta habilidad, no solo mejorará tu comunicación externa sino también interna; de repente podrías darte cuenta de que vivís una vida mucho más extraordinaria de lo que creías.
Existen diferentes técnicas y estructuras para contar historias. Yo voy a compartirte algunos tips para descubrir historias y fortalecer tu músculo de storyteller, de acuerdo a lo que me ha enseñado mi maestra del arte de contar historias, Anastasia Mora de Candelilla Club.
Las nuevas experiencias, lo que leés, las conversaciones, los viajes, así como tu ida al súper mercado, todo puede ser convertido con una historia y esto depende de los ojos con los que veas lo que sucede. Por lo que te invito a hacer lo que hacés con atención a todos los detalles que te ofrecen una oportunidad para construir una buena historia.
Según Anastasia, estas son algunas preguntas que te podrían ayudar a diseñar una historia increíble:
Ella también recomienda evitar historias con “recovecos”, por lo que nos insta a editarla para contarla de forma precisa, al mismo tiempo elegante y natural. Cada historia debe ser un reto que disfrutemos contar conectando con la gente.
Prestáles atención. Bien decían los Estoicos que las cosas que nos suceden no son las que provocan nuestra experiencia sino nuestra opinión, nuestros pensamientos y los significados que asignemos a ellas. Lo que quiero decir es que tenés la posibilidad de elegir mejores narrativas que te permitan vivir una mejor calidad de vida. Sos la editora de la historia de tu vida. Tenés el poder de elegir tus pensamientos, cuestionar tus ideas más arraigadas y soltar por instantes tu perspectivas limitantes para descubrir soluciones, ideas y por supuesto, mejores historias.
¿Y mi historia? Te comparto una solo por entretenimiento :)
Abro los ojos al despertar y veo mi reloj. Ya era tarde, estaba más cansado de lo que creía, aún así si me apuraba podría visitar las calles por las que se pasearon Sócrates y Platón, Diógenes y Zenón. Mi objetivo por supuesto era visitar el gran ágora en la antigua Acrópolis. Mientras me estoy alistando, reviso el celular y recibo un mensaje de parte de mi esposa con la noticia: "Cae un rayo en la Acrópolis de Atenas con saldo de 4 heridos".
¡Esto me sorprendió!, por alguna razón que no podía explicar ¡Me había salvado!, estuve a punto de haber sido parte de esa noticia. Mi plan no había salido como lo pretendía, el clima amenazaba con más rayería.
Aunque sorprendido por los eventos sucedidos y con un sentimiento de empatía por las personas que salieron afectadas, decidí caminar. Solo seguí mi instinto y de repente me topé con un aire místico, ese que te envuelve y te hace saber que lo que estás respirando es diferente a lo que estás acostumbrado. Sentís que estás conectado con la fuente, con algo más grande, como que por el único hecho de estar allí ya estás recibiendo códigos e información valiosa. Lo sabés porque de alguna forma tu energía cambia, tus sentidos se activan y el aire que respirás al mismo tiempo que una brisa toca tu rostro y te guía para estar en donde tenés que estar. Sin rumbo consciente simplemente seguí caminando.
Un aroma a naranjo que cautivó mis sentidos como un perfume de los dioses que resaltaba contrastante en medio de callejones, edificios muy viejos y descuidados, desorden y caos. Esto reafirmaba que Atenas aún tenía algo para mí.
Luego de algunas horas de estar siguiendo este seductor aroma llegué hasta un lugar majestuoso de repente mis ojos se maravillaron, que mi corazón latiera fuertemente, estaba invadido por una emoción inexplicable de expansión de mente y cuerpo y un profundo asombro. El paisaje me regalaba una explanada en la que resaltaban unas columnas imponentes, tan grandes que parecían tocar el cielo. Allí, frente mí y un colosal monumento todo empezó a tener más sentido para mí.
Fue en el templo del dios del rayo y el trueno, mientras pequeñas gotas de agua envolvían mi cuerpo y en un estado de asombro total, conectado con el todo, abierto a recibir la información del universo y aceptando mi destino, que tomé una respiración profunda y dije: "¡Gracias Zeus!"
Jorge
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