Nadie puede ser mejor que vos siendo vos

"Todos somos diferentes e imperfectos, y las imperfecciones son las que nos hacen a nosotros y nuestro trabajo, interesantes. Si creamos piezas que reflejan quienes somos, entonces nuestro trabajo tendrá un mayor grado de verdad como resultado". -Rick Rubin

El éxito no le pertenece a quien que creen que lo poseen, sino a quien logra amar el camino, pues el éxito no es un resultado, sino amar el proceso en dirección a la grandeza.

Nos han ensañado a competir por ser "el mejor", a "trabajar duro", a demostrar nuestras cualidades para "ser alguien", a enfocarnos en resultados, en seguir criterios subjetivos para encasillarnos, a comportarnos de cierta forma para generar una "buena" impresión en los otros, a basar nuestros logros según nuestras posesiones, etc. La atención afuera— en lo que hacemos y lo que tenemos. No en el ser.

En todo momento estamos jugando un juego. Un juego mental. Y como en todo juego, existen reglas. Reglas para ganar, para seguir en el juego, para salir del juego. Reglas que nos permiten tener claridad para saber cómo jugar y quienes están involucrados. Eso sí, a diferencia de un juego tradicional— juegos de mesa, deporte o juegos de video— los juegos de la vida, no son de suma cero.

Un juego suma cero es aquel en el que unos ganan y otros pierden, esto es a lo que llamó el Dr. James Carse, "un juego finito". Por otro lado, "el juego infinito", es uno que no se acaba y la única manera de perder, es abandonándolo. En un juego infinito se busca la "ecología" en cada decisión. Es decir, que la decisión sea sostenible, de beneficio para quien decide y con impacto positivo en el entorno.

Estamos tan acostumbrados a la competencia feroz, a pelear por un lugar en la sociedad, estamos tan bombardeados por ideas tóxicas que nos incentivan a dividirnos, que el resultado es una sociedad al borde de la paranoia, viviendo en una versión de la realidad que provoca infelicidad, estrés, insatisfacción, tristeza, soledad y confusión.

La buena noticia es que, así como ciertas ideas se insertan en nuestro inconsciente, así mismo cuando nos autoanalizamos, podemos hacer un chequeo ecológico y actualizar "los pensamientos que tiñen nuestra alma", como diría, Marco Aurelio.

Nadie te puede ganar en ser vos

En un juego infinito, es necesario recordar que la competencia no es con los otros sino con vos mismo. Enfocando tu energía en lo que si podés controlar— tu actitud y decisiones. Hace unos días me lo recordó, Allan Fernández, en una de nuestras "Habladas filosóficas". Él me dijo, "si vas a compararte con alguien, comparáte con tu yo del pasado", en referencia a las reglas de vida de Jordan B. Peterson.

Si la vida es un juego infinito, también necesitarás de un objetivo infinito y para ello tenés que conectar con tu propósito de vida. Un propósito de vida no tiene por qué estar exclusivamente relacionado a la mejora del mundo o la humanidad, aunque suele ser así. Un propósito de vida es aquello que simplemente te mueve todos los días, algo a lo que apuntás con tus acciones de manera natural, sin esfuerzo y con diversión. Algo que está alineado a los más altos significados. Es un ideal que resulta inspirador, mas nunca alcanzable— belleza, excelencia, logro, conocimiento, integración, creación, sinergia, contribución, etc.

En un juego infinito, vos creas las reglas, te enfocás en la mejora de vos mismo y disfrutás del proceso en dirección a una causa mayor. En un juego infinito, los demás son actores que en el orden de las cosas también aportan a tu propósito, y en el peor de los casos te recuerdan para qué estás en este mundo. En un juego infinito, cuando vos ganás, el mundo gana. Nadie te puede ganar en ser tu mejor versión. Y el mundo necesita de tu mejor versión. En el orden natural, decían los Estoicos, a los humanos nos corresponde apuntar a la virtud—excelencia.

Aquí lo que nos queda es una reflexión final. No se trata de ser mejor que los otros, sino de ser lo mejor que podás ser e impactar positivamente tu existencia y la de los demás.

Jorge