Los seres humanos vivimos en un dilema constante: pertenecer y sobresalir, porque mientras que nos gusta satisfacer nuestra necesidad de conexión con las personas o grupos con quienes nos identificamos, también nos gusta ser reconocidos por el progreso individual o nuestra opinión personal.
Los grupos de personas que se parecen a nosotros nos pueden resultar sumamente atractivos porque refuerzan nuestras creencias, ideas, narrativas y opiniones con respecto al mundo. Creamos en nuestro mapa de la mente una categoría llamada “nosotros”. Ser parte de “nosotros” significa comodidad para nuestro cerebro que utiliza mucha energía en los ambientes desconocidos para asegurar nuestra supervivencia.
Individualmente estamos propensos a caer en dos sesgos cognitivos que se refuerzan con las interacciones entre “nosotros”. Uno de ellos es, el sesgo de la polarización, que nos hace dividir el mundo en dos; blanco o negro, bueno o malo, correcto o incorrecto, nosotros o ellos. Este sesgo no solo nos limita sino que es la raíz de todo conflicto, porque en vez de atender con curiosidad la perspectiva del otro para enriquecer la nuestra, la suponemos contraria y por lo tanto amenaza, lo cual reduce las posibilidades a solo dos.
“Las personas que responden creativamente y se las arreglan con eficacia son las que poseen una representación o un modelo rico de su situación, en la que logran percibir un amplio abanico de opciones donde elegir su acción. Las otras creen tener pocas opciones, ninguna de las cuales les resulta atractiva. Hemos descubierto que no es que el mundo sea demasiado limitado para ellas, o que no dispongan de opciones, sino que se bloquean y no pueden ver las opciones y las posibilidades que se abren ante ellas, debido a que estas no encajan en sus modelos del mundo.”
-The Structure of Magic (1975), Richard Bandler y John Grinder.
Si queremos encontrar mejores experiencias pase lo que pase, la mejor decisión que podemos tomar es la de ver las situaciones que nos sucedan con un prisma y no desde la limitante binaria.
“Cuando ya no somos capaces de cambiar la situación, hemos sido retados a cambiar nosotros mismos”,
escribió Viktor Frankl en su obra, “El hombre en busca de sentido”.
El otro sesgo es el de confirmación. Esta es la inclinación natural a prestar atención a toda aquella información que refuerce nuestras creencias y teorías. Le han llamado “profecías autocumplidas” o “efecto pigmalión”. Este atajo de la mente para confirmar aquellas ideas que habiten nuestra mente nos puede llevar a reducir las opciones con las que atendemos las vicisitudes de la vida.
Es importante para este momento hacerte saber que todos somos víctimas de estos mecanismos cognitivos, es parte de la condición humana, lo cual nos deja con un llamado: asumir con responsabilidad e intención nuestras interacciones, la información que consumimos, las conversaciones que tenemos, y sobre todo, el llamado a cuestionarlo todo, en especial las ideas más arraigadas que tienden a dividir el mundo en dos.
“El laboratorio de las conversaciones difíciles” de la Universidad de Columbia, es una iniciativa del Psicólogo Social, Peter T. Coleman para estudiar la polarización en los conflictos morales, y cómo y qué tipo de diálogos pueden promover mejores prácticas para alcanzar acuerdos reduciendo la tensión entre las partes. Coleman ha encontrado en sus experimentos que hay un peso muy grande en la forma en que los temas son expuestos; pros versus contras ó con más matices y complejidad, así como también la forma en que las conversaciones son estructuradas y facilitadas; proponiendo la defensa de un punto de vista o la curiosidad, exploración y más precisión en el entendimiento del asunto, llevando a los exponentes a operar con grandes diferencias en términos de apertura con respecto a diferentes opiniones, aprendizaje, enriquecimiento de argumentos y satisfacción general con estos encuentros.
Coleman cataloga como uno de sus más grandes conclusiones que, entre más complejidad tengas en tu vida, emocional, cognitiva, social y cultural, tu comportamiento tenderá a más tolerancia y mejores habilidades para discutir. Para mejorar en esta área, Peter T. Coleman recomienda buscar ser parte de discusiones con más personas, en especial aquellas que tengan diferentes opiniones, experiencias, culturas y objetivos.
Los seres humanos somos seres muy complejos, naturalmente llenos de contradicciones y es por ello que el trabajo interior es necesario para alcanzar la tranquilidad que nos trae la buena vida, aquella que ha sido examinada, diría Sócrates. Porque solo así podemos conocernos, encontrar narrativas más ecológicas (beneficiosas para nosotros y nuestro entorno), y vivir una experiencia emocional más placentera.
Te menciono un tercer sesgo que quizás es el peor de todos. El sesgo de creer que “yo no estoy sesgado”. Todo lo que leas, todo lo que hagas, toda conversación, todo estímulo externo, toda preferencia, necesidad o recuerdo es un atajo para decidir tu comportamiento u opinión. El trabajo consciente solo te da la ventaja de decidir intencionalmente lo que más te conviene a vos y a quienes te rodean.
En su libro “Think Again”, Adam Grant comparte la idea de las cuatro formas de pensamiento que adoptamos cuando nos identificamos con una idea.
El Predicador: quien cree haber encontrado la verdad y decide entregarla al mundo; aleccionando, sermoneando y dictando con pasión y autoridad. ¿Si en sus manos tiene la verdad, qué es lo que tienen los que no crean lo mismo que él o ella?.
El Acusador: Es la actitud o mentalidad de quien esté convencido de que el otro está equivocado. El acusador está decidido en demostrar cómo la otra persona ha fallado.
La Política: Tiene una idea de la que está convencida y quiere ganar la aprobación de la mayoría, quiere sumar adeptos y modificará su narrativa para convencer a su público. Esta mentalidad es sumamente peligrosa porque no es que cambia su opinión sino su forma de expresarla.
La Científica: Es quien forma una hipótesis, reúne datos y hace experimentos que le arrojan resultados con los que construye una teoría. Expone su teoría al mundo y con la realimentación en la experiencia enriquece su teoría, la modifica si fuera necesario, la actualiza. Comprende que su teoría es solo eso y que su curiosidad le ayuda a aceptar nueva información e integrarla a su forma de ver el mundo.
¿Cómo querés ver el mundo?, ¿desde los ojos de un político, una predicadora, un científico o una acusadora?
Hace miles de años en Atenas, el oráculo le dijo a Jenofonte que el hombre más sabio era Sócrates, su amigo. Jenofonte sabía que Sócrates no hubiera aprobado su consulta, y sin embargo no pudo contener su impulso para advertir a Sócrates de esta noticia que venía acompañada de una maldición, “estaba condenado a la muerte por un ateniense de ojos grises”. Jenofonte le contó a Sócrates, quien en efecto se mostró incrédulo por la profecía y la declaración. El filósofo sin embargo, se enfocó en demostrar que la sabiduría la tenían otros. Recorrió las calles de Atenas, buscando a personajes notables, a los más famosos sofistas y autoproclamados filósofos, a quienes les preguntaba con curiosidad sobre el origen de sus ideas, buscando el “conocimiento real” como le llamaba él, todo para darse cuenta que los argumentos de cada uno de ellos no se sostenía y que eran tan solo ideas construidas con creencias heredadas o como muros defensivos para sostener la identidad que habían adoptado como máscara para la sociedad.
Me imagino que cada unos de esos supuestos sabios se comportaban más como políticos, predicadores o acusadores, quienes desde sus limitantes no se permitían dejar de lado el ego frágil que dependía de sus opiniones.
Nosotros concluimos que en efecto, quizás Sócrates fue el hombre más sabio de la historia porque con humildad reconoció: “Solo sé que nada sé”.
“Si el conocimiento es poder”, escribe Adam Grant, “saber lo que no sé, es sabiduría”.
Mi arquetipo favorito es el del filósofo, porque mientras tiene como meta es la sabiduría, se reconoce a si mismo como un principiante que con curiosidad atiende las experiencias, las conversaciones y la vida misma como fuente de conocimiento, al mismo tiempo que su actitud sirve como herramienta misma de ayuda para quienes con él deciden relacionarse.
“Si alguien me demostrara que he errado o que estoy teniendo una perspectiva equivocada, yo con gusto cambiaré. Es la verdad lo que ando buscando.”
-Marco Aurelio
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