Si supieras que podrías fallar, ¿lo intentarías?

La vida humana implica perseguir, soñar, imaginar e intentar. Es como si por alguna razón estuviéramos condicionados a la insatisfacción, o mejor dicho, a la inconformidad. Paradójico, cuando lo analizamos a la par de la tendencia que tiene nuestro cerebro para ahorrar energía.

Una vida inspirada es una vida plenamente humana. Una vida inspirada implica aceptar las cosas como son y utilizar los recursos disponibles en dirección a nuestros objetivos, permanentemente.

La vida puede ser maravillosa, mas no resulta sencilla. Que resulte sencilla no implica que sea difícil. Todo es cuestión de actitud. Para los Estoicos la mejor manera de vivir la vida era vivirla en dirección a la excelencia y reconociendo lo poco que podemos controlar— no para limitarnos o resignarnos, sino para partir de una base sólida sobre la cual construir y manifestar nuestra mejor versión. Resistirnos a las leyes universales es sufrir activamente, pues estarías luchando con las cosas como son. En nuestro poder están nuestros pensamientos y nuestras acciones.

Cuando se trata de alcanzar nuestras metas puede ser muy estresante, frustrante y desgastante, pretender que el resultado se dé condicionado por nuestro esfuerzo o doloroso, si finalmente vinculamos nuestro valor personal a lo que suceda. ¿Cuántas veces te has limitado por miedo a fallar? ¿Será que tenés un gran sueño que no has logrado siquiera iniciar? ¿Cómo ha sido tu experiencia luego de haberte esforzado y enfrentarte con un resultado distante al esperado? ¿Qué tipo de pensamientos llegan cuando tu atención está en el resultado?

La metáfora del arquero

Cicerón, el famoso orador y filósofo romano, admiraba la ética y la moral del Estoicismo, especialmente sus enseñanzas sobre la virtud, la autodisciplina y la vida justa, aunque no estaba de acuerdo con algunos de los aspectos teológicos y teóricos del estoicismo, como su visión del universo como un organismo divino y la noción de una "razón universal".

Sin embargo, Cicerón estaba profundamente influenciado por los Estoicos y sus enseñanzas, y muchos de sus escritos reflejan esta influencia. En su obra "De Officiis", por ejemplo, defiende la ética Estoica de la virtud y la moralidad.

Para comprender cómo podrías empezar a amar el proceso, utilizar tus poderes personales a tu favor y tener una mejor experiencia aún cuando haya mucho en juego en medio de la incertidumbre, te compartiré la metáfora del arquero que usó Cicerón para explicar el Estoicismo.

Un arquero Estoico sabe que le corresponde entrenar el arte del arco y la flecha y lo hace de manera diligente y disciplinada. Este arquero además utiliza su práctica para conocerse, mejorarse, alcanzar la excelencia y equilibrio emocional. Cuando el arquero se dispone a ir a cazar para obtener su alimento, pone en uso todas sus facultades y recursos. Entiende que lo que puede controlar está en su poder; practicar, elegir el mejor arco y preparar sus mejores flechas, estar el lugar indicado, concentrase, enfocar su mirada en el objetivo, respirar, colocar la flecha en el arco, estirar la flecha y cuando sea el momento preciso, soltar la flecha. Luego de todo su esfuerzo para prepararse y ponerse en acción, cuando la flecha está en el aire, el arquero sabe que el resultado no está en su control y que lo que le corresponde es aceptar lo que suceda.

¡Qué difícil!, podrías pensar. Y la verdad es que es cierto. Porque no hemos aprendido a hacerlo naturalmente, al menos no, culturalmente. Pero la vida nos da la oportunidad para entrenarnos y como lo pudo haber dicho Epicteto, hace miles de años: "dejar de esperar que las cosas salgan como queremos que salgan y más bien desear que pasen como tengan que pasar". Así es como encontraremos paz y nos acercaremos más a nuestro potencial– utilizando la lógica, la razón, la creatividad y la empatía. Por una vida plenamente humana. Por una vida digna. Te invito a utilizar cada oportunidad para amar el camino— amar el destino. Y desapegarte de los resultados sin renunciar jamás a tu mayor esfuerzo.

Jorge