"Los animales huyen de los peligros que tienen en frente y cuando han escapado no se preocupan más. Nosotros por otro lado, nos atormentamos por lo que ha pasado y lo que ha de pasar… nadie asocia la infelicidad al momento presente."
-Séneca
Cuando pensamos en la felicidad, solemos imaginarla como un objetivo alcanzable, algo que podemos obtener si tomamos las decisiones correctas y evitamos equivocaciones. Pero ser feliz es algo ambiguo, nada fácil y muchas veces imposible ante ciertas circunstancias.
¿Alguna vez has considerado cómo nuestras mentes nos engañan al intentar predecir qué nos hará felices?
Los humanos tendemos a imaginar un futuro que simplemente no sucede como lo planeamos. Pasamos gran parte de nuestras vidas anticipando lo que vendrá, imaginando cómo nos sentiremos en situaciones hipotéticas. Pero la verdad es que, nuestras predicciones emocionales son notablemente inexactas. Necesariamente imperfectas pues están fundamentadas en nuestro pasado.
Nuestros cerebros no están diseñados para predecir el futuro con precisión, especialmente en lo que respecta a la felicidad. ¿Cuántas veces hemos creído que conseguir ese ascenso, mudarnos a otra ciudad o comprar un auto nuevo nos dará la felicidad?
Sin embargo, las circunstancias externas tienen mucho menos impacto en nuestra sensación de felicidad a largo plazo de lo que creemos. Esto se debe a que sobrestimamos cuánto afectarán los eventos futuros a nuestro bienestar emocional. Es decir, en nuestra imaginación creamos un futuro perfecto que dista de las situaciones como son o como suceden.
Aunque todo esto pueda parecer desalentador al principio, en realidad es liberador. Si nuestras predicciones sobre lo que nos hará felices son generalmente incorrectas, entonces tal vez no necesitamos preocuparnos tanto por asegurarnos de tomar las "decisiones perfectas". En lugar de obsesionarnos por lo que podría suceder, podemos aprender a enfocarnos en lo que está sucediendo ahora. Vivir en el presente, con todas sus imperfecciones y sorpresas, es la clave para experimentar una felicidad más genuina, saludable y sostenible— mucho más cercana a lo que los estoicos llamaron: Eudaimonia, que significa armonía de espíritu.
"Pocos de nosotros podemos medir con precisión cómo nos sentiremos mañana o la próxima semana. Por eso, cuando vas al supermercado con el estómago vacío, compras de más, y si lo haces después de una gran comida, compras muy poco." -Daniel Gilbert
Los seres humanos además "sufrimos" de adaptación hedónica. La tendencia de adaptarse rápidamente a los cambios en la vida, para bien o para mal. Esto significa que, incluso después de un evento positivo o negativo, volvemos rápidamente a un nivel base de felicidad.
Por ejemplo, pensemos en el caso de una persona que gana la lotería. Al principio, esa persona experimentará un pico de alegría. Sin embargo, después de un tiempo, se adaptará a su nueva realidad y sus niveles de felicidad volverán a ser los mismos que antes de ganar el premio. O inclusive más bajos. De la misma manera, alguien que sufre un accidente puede sentir una tristeza profunda, pero eventualmente también se adaptará a su nueva circunstancia, encontrando formas de ser feliz nuevamente, gracias a lo que el científico Daniel Gilbert llama: El sistema inmuno-psicológico. O sea, el mecanismo que nuestra psique tiene para hacer frente a las adversidades con una buena actitud.
Todo esto resulta importante para darnos cuenta de que no debemos poner demasiada expectativa en eventos externos. Las personas tienden a buscar la felicidad en grandes logros o cambios de vida, pero la felicidad no proviene de lo que sucede a nuestro alrededor, sino de cómo interpretamos y nos adaptamos a esos eventos. Esta comprensión nos permite soltar el control que intentamos ejercer sobre nuestro entorno y comenzar a cultivar una mentalidad que favorezca el bienestar independientemente de las circunstancias.
"Recibe sin orgullo los favores del destino; y piérdelos sin lamentos." -Marco Aurelio
La felicidad no es un estado permanente que alcanzamos y mantenemos eternamente. Es un proceso dinámico. Las emociones fluctúan constantemente y, en lugar de resistir esta naturaleza transitoria, deberíamos aprender a aceptar la naturaleza del cambio en toda nuestra experiencia mientras estemos con vida.
La felicidad no es un objetivo final y podemos empezar a verla como una serie de momentos que ocurren en el ahora. Y más importante aún, si asumimos nuestra capacidad para interpretar el contexto y vivir cada instante con una mente abierta a las posibilidades en lugar de cerrarnos a expectativas personales, entonces podremos encontrar satisfacción.
Nuestras predicciones emocionales son inexactas, nos adaptamos rápidamente a todo. Así que, tal vez sea hora de dejar de lado nuestras expectativas irreales y aprender a disfrutar el presente tal como es. Solo entonces podremos descubrir que una vida como lo que queremos vivir no depende de las cosas externas, sino de lo que ya poseemos en este preciso momento.
Jorge
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