Dejar ir el dolor

La forma en que nos expresemos tiene un impacto directo sobre nuestra experiencia emocional, y es que, el mismo grupo de neuronas que se encienden en nuestro cerebro para procesar el lenguaje están encargadas de regular nuestro ritmo cardiaco, ajustar los niveles de glucosa en nuestro torrente sanguíneo y al mismo tiempo que controlar el flujo de químicos que soportan nuestro sistema inmune. “El poder de las palabras no es una metáfora. Está en el cableado de tu cerebro”, dice Lisa Feldman Barrett, psicóloga y neurocientífica, en su libro “7 1/2 lessons of about the brain”

A veces no podemos cambiar los hechos, pero nunca es tarde para darnos la oportunidad de cambiar nuestra perspectiva. 

 


 

Dejar ir el dolor, una historia basada en hechos reales. 

 

Antes de hacer la carta Rodolfo pensó: 

“ya todo esto murió, ahora recojo lo que tengo y voy a vivir.”

 

Querida mujer que me dio la vida:

“Imagino que viviste una vida como la mía, llena de momentos y decisiones, guiadas por pensamientos creados a partir  experiencias, con el fin de aprovechar al máximo esta experiencia llamada vida.

Sé que tuviste conflictos con tu futuro en el momento donde un embarazo se presentó a tu vida. Siento que no te hubiera gustado sentirte juzgada ni acusada de cometer algún error.

Creo que de alguna manera estabas buscando lo mejor para ti y tu manera de vivir y no mereces que nadie te juzgue ni te responsabilice por algo de lo que no querías formar parte.

Espero que no sientas culpa y que hayas sido quien tú querías ser y si no, quiero que sepas, las personas no somos lo que hacemos y que ¡tú eres más de lo que te pueda llegar a suceder!, eres tu presente y como te quieres sentir en el futuro.

Entiendo que hayas tomado la decisión de entregarme en adopción porque te pudiste haber sentido desesperada, ansiosa, frustrada y aunque yo tal vez nunca pasé por lo que tú pasaste, quiero que sepas que entiendo que hayas escogido tu camino, entiendo que hayas necesitado tomar esta decisión.

Yo la entenderé, sin juzgar, sin esperar nada a cambio, solo el amor es lo único que necesito para entenderte.

Amo cada cosa del destino, todo lo que se me ha sido entregado y quiero sacar el máximo provecho de mi situación, esto es lo mejor que me ha pasado en la vida, no quiero sostener más este dolor, solo quiero ser yo, y ser yo es amor. Quiero que sepas que estaré feliz de dejar ir el dolor y solo amar.” 

 

Rodolfo no es muy diferente de nosotros. Él es un chico de 23 años, es saludable, viene de una familia unida y emprendedora. Como vos y yo, Rodolfo ha pasado momentos que le hacen muy feliz y otros que le han marcado en la incomodidad. Si te digo que a sus 4 años supo que es adoptado, comprenderías fácilmente que en él nació un sentimiento de vacío y abandono. Rodolfo a hasta sus 18 años no tenía ni la más remota idea de quienes son sus padres biológicos y aunque no les conoce guarda un profundo dolor y reproche para con quien él, suponía que debió de haberle protegido, amado y criado; su madre. En medio de un conflicto interior, Rodolfo estaba arrastrando algo que se sentía muy suyo, algo que creyó que le caracterizaba: la idea de no ser suficiente, de no ser querido, de haber sido víctima de abandono. La historia que decidió asumir. 

 

Este año supo, al hacer una investigación, que su madre fue una trabajadora de la calle, quien utilizó las drogas y el alcohol para soportar el estilo de vida que llevó cuando fue abusada y quedó embarazada de él.  Podrás entender que en el mundo de Rodolfo las cosas no se sentían mejor. Rodolfo llevaba consigo el dolor, el que le acompañaba y le protegía al mismo tiempo que le limitaba. Él siente un vacío desde hace muchos años y una pequeña parte de sí mismo le convence de haber sido víctima de abandono, desamor, de falta de cariño y atención. 

“¿Por qué me hizo eso?”, “¿por qué me abandonó?”, “si uno tiene un hijo es para amarlo y cuidarlo”, “esta persona que me abandonó, no me amó y es irresponsable”, todos estos pensamientos que acechaban su mente sobre todo cuando se siente solo aún en presencia de su pareja, familia o amigos. Es como si quisiera que algo fuera totalmente suyo, y entonces se aferra a estas ideas desgastantes, como su puerto. Es difícil no empatizar con lo que Rodolfo dejaba habitar en su mente, y al mismo tiempo, él mismo sabía que no le conviene seguir intentando satisfacer estas necesidades con externos, con relaciones infructuosas, con la atención de los demás y con sustancias que le ayudan a olvidar.  

Rodolfo se dió cuenta de que su falta no sería llenada por nada ni nadie, que por más que buscara afuera no lograba dejar ir el dolor, que sus parejas no estaban satisfaciendo su necesidad de compañía, atención y seguridad, que por más que se repitiera la historia no estaba mejorando su experiencia y entonces se dió permiso de escoger con amor su siguiente mejor paso; cambiar de perspectiva.  

Cuando uno piensa en cambiar la perspectiva puede sonar absurdo, porque claro, “los hechos son los hechos” dirían por ahí, y más de uno si quiera se daría el chance de imaginar la posibilidad de una distinta versión. Sin embargo, lo que suceda no es conocido por completo por quien elige asumir su historia como la verdad. El ser humano construye lo que observa, lo que oye y lo que siente a partir de preconcepciones y los sentidos que aportan información que el cerebro procesa de forma subjetiva. 

El conflicto continuaba aún cuando Rodolfo había visualizado el dolor, aún cuando lo había encarado y había decidido que ya no le servía más, que durante todos estos años en su compañía le sirvió como estrategia para evitar sufrimiento con más personas, parejas, amigos, pero que hoy le estaba limitando para vivir la vida que él quería. Es que no tenía más sentido querer amar sin sentirse amado. 

Fue en nuestra última sesión cuando le propuse a Rodolfo realizar un acto de valentía y ser vulnerable con una tarea retadora para la cual sabía que estaba preparado; la carta de empatía. La carta de empatía, consiste en utilizar el vocabulario de emociones y necesidades creado por el psicólogo Marshall Rosenberg para construir de manera creativa, empática y subjetiva, la realidad de quién sentimos, nos causó un daño.  ¿Qué pudo estar sintiendo ella en esos momentos?, ¿qué pudo haber estado necesitando?, ¿qué pensamientos le habitaron?, ¿cuál pudo haber sido la realidad que le llevara a tomar esta decisión?, ¿qué pasaba por su mente?, ¿qué le diría si supiera que le puede ofrecer sus palabras para alentarla?. El objetivo es encender el lado más sensible y humano para comprender que cada quien hace lo mejor que puede con lo que tiene, y como decía Sócrates, entender que “cometemos errores no por intención sino por ignorancia”, para sanar la historia, para encontrar recursos, para soltar, para sentir nuevas emociones entorno al contexto y curar el dolor que no le pertenece a nadie más que a quien lo lleve por dentro. Rodolfo se dió permiso y mientras hizo el ejercicio, se dió cuenta de su nueva verdad; si quiere sentirse amado, querido, si quiere sentir compañía y recibir palabras de afirmación, no las debe buscar afuera porque esto no lo puede controlar, se volvería títere de los externos. En sus palabras: “Coach, si yo quiero sentirme amado yo me debo amar, si yo quiero que me digan que me aman, yo soy quien siempre lo puede hacer, yo soy mi mejor compañía, así logro satisfacer mis necesidades y desde este lugar compartir el amor con los demás.”

Parafraseando al emperador Marco Aurelio, hoy Rodolfo escapó del dolor o no, le dejó ir porque estaba dentro de él. 

 


 

La historia de Rodolfo me resulta conmovedora, su camino es digno de admirar pues no solo nos ofrece un ejemplo sobre el poder del lenguaje y la transformación que nace con la intención,  sino también del potencial de una vida humana que en condiciones lejanas a las oportunidades, surge para regalarnos una lección de amor propio, resiliencia y responsabilidad. 

 

Vos, ¿te animás a hacer tu carta de empatía?

 

Jorge

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