Los consejos como recurso menos efectivo

“Ser una buena persona implica la combinación entre preocuparse por los demás— querer aliviar el sufrimiento y hacer del mundo un lugar mejor— y una valoración racional sobre de qué manera es mejor hacerlo” -Paul Bloom, Contra la Empatía

 

¿Qué es un consejo? ¿Por qué resulta tan natural ofrecer consejos? ¿Por qué la mayoría de veces no son bien recibidos? ¿Qué es lo que los hace poco efectivos? ¿Cuál es la intención detrás de un consejo?

Cuando estamos formando Líderes en Comunicación Humana tomamos como una premisa la idea “nadie recibe un consejo de quien no lo pidió”, porque de manera sencilla encierra dos verdades. Una, que como líderes el consejo no es una herramienta efectiva de comunicación y dos, que las personas tienen otras necesidades antes de buscar soluciones carentes de información valiosa.

Un consejo es el recurso que encuentra una persona “a” basada en su experiencia para ofrecer una solución a una persona “b” mientras esta está pasando por una situación específica. Pueden existir diferentes escenarios en los que resulte tentador ofrecer un consejo mas me voy a referir a dos generales. Primer escenario, el consejo no es solicitado. Segundo escenario, el consejo es solicitado.

 

Primer escenario, cuando el consejo no es solicitado

Ofrecer consejos es parte de la interacción humana debido a que de cierta manera nos hace sentir útiles y hasta “empáticos”. Desde este punto de vista, se satisfacen necesidades personales. Cuando alguien está pasando por una situación problemática y nosotros alucinamos para encontrar la solución. Lo que pasa es que para llegar al consejo debimos haber inferido muchas cosas que no sabemos con certeza.

Cuando una persona nos cuenta algo, necesariamente utiliza sus filtros personales para hacernos saber su historia. La persona primero filtra a través de sus sentidos, creando una representación interna, luego utiliza el lenguaje dejando información por fuera, generalizando y distorsionando al evaluar lo sucedido con sus creencias, ideas, valores, entendimientos ambiguos y conceptos abstractos. Es decir, que de forma personal nos contó su versión de la realidad. Cuando nosotros escuchamos a esta persona, hacemos lo mismo— filtramos la información. O sea que, creer que sabemos lo que pasó es una gran mentira. Además, los seres humanos tendemos a buscar explicaciones para las cosas, lo cuál provoca que ante la falta de información hagamos inferencias para construir historias que le den sentido a las cosas.

Si no reconcés que cada quién está no solo viviendo su experiencia individual de forma subjetiva sino que además la está comunicando desde su propia perspectiva, entonces ingenuamente estarás asumiendo una historia como la realidad. Andarás por el mundo confundiendo las palabras con los significados, pseudo entendiendo a las personas y las cosas al proyectar tus referencias internas en el mundo exterior. Este es el camino a los malos entendidos y distorsiones cognitivas que provocan experiencias emocionales no tan placenteras. Más aún, al filtrar información creamos nuestro mapa de la realidad, y no ser consciente de ello podrías confundir tu mapa con la realidad.

El lenguaje es estimulante para nuestros mapas internos, ya que al intentar darle sentido a lo que escuchamos utilizamos nuestros propios referentes y es fácil sucumbir ante el poder hipnótico de las palabras, olvidándonos de las representaciones de quien nos está hablando y de las distorsiones implicadas.

Definitivamente un consejo no es el mejor recurso ante una condición como la nuestra. Cuando está hablando con alguien quien, obviamente ha eliminado información valiosa de acuerdo a su modelo del mundo, detalles específicos sobre el contexto, además, ha dejado por fuera distinciones sobre cómo hacer ciertas cosas, etc., lo último que va a funcionar para influenciar a esta persona es ofrecer un consejo. Es que decirle a alguien lo que debe hacer típicamente buscar rellenar los baches de información de lo que la persona no nos contó. Esto va a provocar que el consejo no tenga ni siquiera sentido para la persona. ¿Por qué? Porque su mapa mental no está estructurado para recibirlo.

Tu deseo de dar consejos es una de las principales barreras para escuchar genuinamente a la otra persona. Cuando creés que sabés lo que significa lo que el otro dice, lo que necesita, lo que debe hacer, etc., dejás de escuchar. Las soluciones apresuradas no son una muestra de empatía. Aunque creás que estás “sintiendo” el dolor del otro, esto es solo una posición poco racional que enciende una distorsión emocional por asumir lo que no te pertenece. Esta posición te aleja de la empatía real, porque la atención se dirige a tu dolor o incomodidad y no a lo que la otra persona está viviendo. El consejo, entonces, busca solucionar tu dolor. Cuando confundís los sentimientos de los demás con los tuyos, cuando construís una historia en la tuya personal, cuando se trata de vos y no del otro, entonces has limitado tu capacidad para conectar desde el amor y la posibilidad de construir un espacio seguro, de apoyo, creativo y racional. La empatía real, honra la individualidad del otro —reconociendo que lo que la otra persona está viviendo es su realidad— acompañando, escuchando y respetando.

”Recordá que lo que ha hecho sufrir a esta persona es su opinión con respecto a lo sucedido. Otro en la misma circunstancia, tomando otra perspectiva, reaccionaría diferente. No le digas esto a una persona en pena, empatiza con ella, llora con ella si fuera el caso. tus lágrimas serán hacia afuera y no internas” -Epicteto

 

Segundo escenario, cuando el consejo es solicitado

Te pidieron el consejo. Ok, en cuanto al comportamiento humano, los filtros y mapas siguen presentes. Lo que te han contado no es la realidad. Simplemente la persona cree que vos podés ver algo que ella no ha visto y ante la búsqueda desesperada de una solución, coloca la responsabilidad afuera. ¿Responsabilidad?, si claro, la habilidad para responder. Responder por lo que se dice, se hace, se siente y se piensa. Y esta es la clave, un consejo no es efectivo en esta condición porque de manera inconsciente sostiene una posición de no responsabilidad. Y, supongamos que ofrecés un consejo que tiene sentido para la otra persona y esta persona hace lo que vos le dijiste que hiciera, y el resultado no sale como esperaban. ¿De quién es la responsabilidad? y ¿hasta la culpa?… Ofrecer consejos es más un acto del ego que uno de empatía, porque cuando le decís a alguien lo que debe de hacer, lo estás haciendo desde un estado de superioridad, de conocimiento, de lectura de mente, de conocimiento futuro, en fin, desde una alucinación de saber lo que no se sabe.

No es lo mismo recibir una idea inesperada en el momento indicado producto de un libro, un podcast, una película o una conversación ajena a tu situación, porque esta cae como en terreno fértil, que cuando alguien basado a en alucinación personal te ofrece una receta para solucionar tu vida. Nadie recibe un consejo de quien no lo pidió y aún cuando lo pidió, un consejo no es el recurso más efectivo. Y entonces, ¿qué hacer? Escuchá, preguntá mucho, confía en los recursos de la otra persona y reconoce que vos carecés de información valiosa que solo tiene la persona que está viviendo su propia vida.

 

Jorge

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