"Aquel que se prepara anticipadamente ante las cosas, las asume con coraje"-Séneca
En este artículo decido empezar por algunas advertencias y aclaraciones. Soy una persona sana, activa, con una inclinación optimista hacia mi vida, con deseos gigantes de expansión a través de retos y 36 años de edad. Asumo la vida como mi campo de entrenamiento y al mismo tiempo como “mi laboratorio", como dice mi amiga Maureen Fonseca. Con esto lo que quiero decir es que, en mis condiciones— de hecho, me hice exámenes de sangre para verificar que todo estuviera en orden— decidí hacer un ayuno prolongado de 4 días en el que fui acompañado por un médico durante el proceso. Esto no es algo que se logre de la noche a la mañana y aunque creo que como especie, nuestro cuerpo está más acostumbrado a la escasez de alimentos—evolutivamente hablando— que a la sobre abundancia que damos hoy por un hecho, esta practica no es para todo el mundo, mas sí, para la mayoría. Te contaré un poco de mi experiencia y cinco aprendizajes poderosos que obtuve de ella.
En mi experiencia de mente-cuerpo, según la entiendo en mi camino de auto-descubrimiento y el conocimiento que tengo sobre la condición humana, tengo una inclinación incesante por descubrir mi propio potencial. Como sé que nuestro cerebro construye la realidad a partir de experiencias previas y al mismo tiempo tiende a preservar los caminos neuronales por ahorro de energía, he decidido constantemente, retarme para expandirme y actualizar la información que está en mi mente.
En la experiencia mente-cuerpo—y quiero resaltar el conector entre la palabra "mente" y la palabra "cuerpo"— no podemos obviar los hábitos que tengamos en ambas bías, pues, nuestra realidad es un continuo que se construye en el momento presente a partir de las decisiones que hayamos tomado mentalmente y físicamente. Nuestros hábitos son la base de nuestra experiencia.
Lo hice porque es parte de mi camino, lo hice porque me reta físicamente y porque reta todas mis creencias, ideas, experiencias previas y lo que la sociedad nos ha heredado como "normal". Lo hice porque mis antepasados vivieron por voluntad propia o por circunstancias del destino, situaciones en las que no tuvieron las comodidades que yo hoy tengo y porque nada me asegura que las siga teniendo. Entonces, así me preparo. Me preparo para que cuando el destino decida colocarme frente a la adversidad, no me tome por sorpresa. Yo no solo creo que soy capaz de hacerle frente a las cosas, sino que construyo evidencia con mi misma experiencia.
Como lo escribió Séneca, alguna vez, "lo que crees que me aterra, me hace atreverme; yo quiero estar en donde el mismo sol tiembla de miedo. El alma que está atada a la tierra y es perezosa, tomará el camino seguro. La virtud nos lleva a las alturas."
Ok, este es un proceso que tomé con la seriedad del caso. Entonces, cuando lo decidí, lo primero que hice fue contactar al médico que me ha acompañado desde hace más de tres año y que me introdujo al ayuno intermitente. Agendamos una fecha y me hice exámenes de sangre para verificar que mis indicadores estuvieran en niveles óptimos. El doc, me dijo que mi hígado y mi páncreas, están en perfectas condiciones y que funcionan cómodamente en ayuno.
Me puse de acuerdo con Hil para que supiera que a partir del domingo 18 de junio, 7pm, y hasta el jueves 22 a las 10pm, no iba a consumir nada más que agua y café.
Durante estas 96 horas, mi rutina de vida permaneció prácticamente normal, incluso fui a entrenar pesas el lunes y jiujitsu el martes, atendí a mis clientes, di clases y hasta un workshop el jueves en la noche. Sentí picos intensos de energía, así como bajones en ciertos momentos, experimenté un enfoque extraño y claridad de mente.
En las mañanas me tomé un litro de agua con una pizca de sal y creatina. A media mañana un cafecito. Si sentía hambre tomaba agua mineral con limón y sal. Y a eso de las 2-3 de la tarde, otro cafecito. Y sí, me mantuve hidratado con agua, limón y sal para calmar el hambre pero sobre todo para no desabastecer de nutrientes a mi cerebro.
Hubo un nivel de energía impresionante sobre todo alrededor de la hora cuarenta y luego me llevó al momento más crítico de hambre a las cuarenta y siete horas, que resolví durmiendo. Durante el proceso, te puedo decir que tuve una incomodidad constante pero nunca tan intensa como una inmersión en hielo. El cuerpo es fascinante y el cerebro una "máquina" predictiva. Con mi consciencia meditativa pude observar los pensamientos de comida que llegaban a visitarme en momentos clave y desapegarme de ellos.
Una vez alcanzada la meta me he propuesto hacerlo unas dos o tres veces al año y recuerdo que esto no es algo nuevo en la historia del todo por razones naturales y por la práctica intencional para alcanzar estados elevados de consciencia. Pienso en los Estoicos con sus practicas de incomodidad voluntaria para perder el miedo al peor escenario posible, en los budistas para alcanzar estados espirituales y en los cristianos como muestra de sacrificio y conexión con el ser superior. El ser humano goza de un sistema de placer y dolor que se regula a sí mismo, encontrando alegría en lo cotidiano y resiliencia ante la adversidad. Pero en un mundo que nos ofrece tanto, en tantas cantidades y de manera inmediata, estamos perdiendo poco a poco, acceso a nuestro potencial.
Si querés saber más al respecto te invito a investigar más. Aquí te dejo un link con una entrevista sobre "Ayuno Prolongado" al científico Ernesto Prieto: https://youtu.be/1xzsQQD-Ybw
Jorge
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