Cuando hablamos de comunicación, estamos hablando de una ambigüedad. Está claro. Cuando éramos pequeños, nos enseñaron en la escuela, la versión simplificada de las cosas. “La comunicación es emisor, receptor y mensaje”. Como si fuera tan sencillo... Ya de adultos nos vamos dando cuenta de cómo los resultados distan mucho de nuestras expectativas y por consiguiente, llegan las consecuencias por la falta de recursos y el poco entendimiento de lo que implica realmente comunicarse con un ser humano. Lo vemos en las relaciones de pareja, en las interacciones familiares, en las discusiones con amigos y por supuesto, en las dinámicas laborales. Las personas se relacionan con otras pretendiendo saber comunicarse. En fin, no hay peor sesgo que creer saber lo que no sé.
Personalmente desde el 2014(a mis 27 años), tomé la decisión de aprender herramientas e ideas de comunicación que me permitieran prosperar como emprendedor, construir relaciones poderosas y liderar equipos de trabajo efectivamente. Ha sido todo un viaje en el que he atesorado unas cuantas lecciones sobre la comunicación.
Es muy común que las personas busquen mejorar sus habilidades de comunicación para convencer a otros, inspirar, convencer, persuadir, negociar, etc., y la verdad es que nada de esto será posible si no comprendés tu experiencia individual. Es más valioso entender por qué te comportás como te comportás, de dónde vienen tus reacciones, cuáles son los pensamientos que te limitan y qué hacer para romper los patrones tóxicos que te alejan de ser tu mejor versión, que enfocarte en los demás. A medida que te conocés, también aprendés de la experiencia humana. Esto te permite conectar empática y genuinamente con los otros.
Ya sabés los resultados; no siempre vas a llegar a acuerdos, van a existir malos entendidos, habrán momentos de frustración por no saber cómo lidiar con el conflicto y en muchas ocaciones te sentirás abrumado por no saber transmitir de forma precisa tus ideas. El asunto es que el lenguaje es naturalmente seductor y a pesar de que utilicemos las mismas palabras(esas que nos resultan familiares), éstas estimulan en las diversas mentes, los significados subjetivos para darle sentido a la realidad. Se requiere de esfuerzo y precisión para lograr construir una realidad compartida.
Lo que sea que queramos alcanzar en la vida— tan grande o pequeño el objetivo— requiere de la interacción con seres humanos. Nuestra calidad de vida esta directamente relacionada a la calidad de nuestras relaciones. Y comunicarnos es: poner en común.
Comunicarnos, por lo tanto, requiere de nuestra responsabilidad para hacer lo que está en nuestro poder para llegar a buenos entendimientos— al emitir un mensaje y al recibir un mensaje.
¿Tenés los recursos para darte a entender? ¿Tenés los recursos para comprender realmente el mundo de la otra persona?
En la experiencia humana ocurren múltiples cosas mientras interactuamos; el coctél de hormonas en el momento de la conversación. El bagaje de cada uno— la historia personal, las inclinaciones naturales, las expectativas, los entendimientos, los permisos y prohibiciones, los traumas e inseguridades, las reglas y las metáforas... Y el tren de significados que acompañen la experiencia de cada individuo. Además, el contexto del momento dispara diferentes predicciones de un cerebro que no está diseñado para pensar sino para tomar decisiones metabólicamente económicas.
No es sencillo sino es complejo. Pero no tiene por qué ser complicado. Solo se requiere de conocimiento.
A pesar de que somos diferentes. Compartimos una genética que nos hacen similares en muchas áreas. Mientras las culturas, nacionalidades, preferencias sexuales, edades o las posiciones sociales, pueden encender el sesgo de polarización— ellos y nosotros— cuando nos damos el permiso de conectar con las cosas que sí compartimos; con las ideas con las que nos identificamos y con los detalles que nos unen. Recordamos que no existen barreras.
Los seres humanos de forma general estamos inclinados naturalmente a la cooperación más que a la competencia. Y por ende, entablar una relación de confianza con prácticamente todo el mundo, es mucho más fácil de lo que creemos.
Tenemos un cerebro que opera a partir de predicciones.
Imaginemos que nuestro cerebro es un científico que vive en un cajón oscuro, llamado cráneo. Este científico no tiene acceso al mundo exterior, pero le llegan datos a partir de los sentidos— vista, gusto, olfato, tacto, oído. Al mismo tiempo, obtiene otros datos de parte de nuestro sistema interoceptivo— niveles de azúcar en la sangre, niveles hormonales, niveles de oxígeno y dióxido de carbono, etc. A partir de estos datos, el científico crea algunas hipótesis y diseña teorías sobre cómo funciona el mundo poniéndolas a prueba.
La predicción es la teoría que responde a la pregunta: “¿Qué se supone que debo hacer ante esta situación?”, y el científico ofrece un plan de acción metabólicamente adecuado. En un ciclo de prueba y error, el científico actualizaría sus teorías cuando lo ameritára. Esto lo haría un científico ejemplar. Pero, también podría convertirse en un científico loco y hacer caso omiso o negar de los resultados y con esto, perder la oportunidad de actualizar sus teorías. Cuando nos comunicamos llegamos con ciertas expectativas, prejuicios y creencias que pueden limitar el proceso del método científico— prueba, error y actualización— y con esto iniciar un ciclo vicios que limita la interacción. En la interacción social es mejor llegar con una mentalidad científica que una dogmática.
Los seres humanos somos un sistema complejo. Cuando aprendemos técnicas, conceptos y herramientas para comunicarnos, nos corresponde recordar que cada interacción será diferente, pues, todo lo que está vivo cambia. Entonces, nos corresponde practicar de forma intencional y fluir con cada situación para utilizar elegantemente los recursos e integrarlos con nuestra esencia. Con el tiempo nos volveremos artistas y nos daremos cuenta que entre mayor flexibilidad mayor capacidad de conexión.
Si pudiera regalarte una guía como punto de partida te diría: si querés mejorar tu comunicación dejá de pensar en cómo convencer a los otros y empezá por aprender de tu propia experiencia. Para que cuando llegue la oportunidad de interactuar con otros, podás reconocer cada emoción o pensamiento con responsabilidad dejando de lado todo aquello que limita tu capacidad de interactuar con tus mejores recursos.
Para comunicarte de forma efectiva la clave está en dejar de lado lo que has dado por un hecho, disponerte a escuchar con atención, curiosidad y empatía lo que sea que tenga que decir el otro. Y hablar con una intención clara, con amor, honestidad, buen humor y desapego.
Recordá que la vida es tu campo de entrenamiento.
Jorge
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